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Nacer, Ser, Hacer

 

Hoy en la conmemoración de la Inmaculada Concepción quiero orientar mi meditación a tres aspectos en la vida de la Santísima Virgen, en los cuales podemos apreciar lo que Dios quiso a bien hacer en su vida y cómo ese modelo puede ayudarnos a caminar en nuestra jornada de fe. 

 

Nacer

Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo único Jesucristo a redimir al mundo de la muerte y del pecado. Dios eligió a la Virgen María para que fuera el medio por el cual el Salvador viniera al mundo. En la tradición de la Iglesia, conmemoramos su nacimiento el 8 de septiembre.

Para la Virgen María, Dios eligió unos padres santos, San Joaquín y Santa Ana. Padres que influyeron significativamente en la espera, el nacimiento y la formación de la Virgen María. Padres que contribuyeron significativamente en la santidad de la Virgen María, su ejemplo y cuidado la prepararon para estar dispuesta a cumplir la voluntad de Dios. 

 

Ser

Hoy celebramos quién es la Virgen María. La nombramos Inmaculada porque Dios la preservó del pecado original. Dios la creó de la misma manera que creó a Eva, la primera mujer, preservándola de la corrupción del pecado, con el cual todos los seres humanos nacemos. 

El misterio en el cual Dios hace esta elección queda justificado en la dignidad de la misión que conlleva el que en ella se posará el Espíritu Santo y fecundará su vientre. 

Dios la preparó para que fuera el Vaso espiritual, el Vaso digno de Honor, el Vaso insigne de devoción. Un Vaso puro, santo, sin ninguna mancha de pecado antes y después de la llegada de nuestro Señor Jesús.

 

Hacer

La esencia del hacer en la vida de la Virgen María lo identificamos en dos momentos: el día de la Anunciación en la que el ángel le comunica el deseo de Dios de hacerla Madre del Salvador, la respuesta de la Virgen, que la hace parte integral de toda su vida, “- he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra -.”

Y en un segundo momento en las bodas de Caná, donde los invitados se quedaron sin vino. María le dice a los que servían, “hagan lo que Él les diga.”

Jesús confirma que la Virgen María hace la voluntad del Padre cuando dice, mi madre y mis hermanos es quien cumple la voluntad del Padre. 

 

Al tomar como modelo la vida de la Virgen María, podemos como en un espejo reflejar lo que Dios tuvo a bien hacer en cada uno de nosotros; lo que Dios decidió e hizo en ti y en mí. 

 

Nacer 

Dios decidió el año y las circunstancias de la vida en las que vinimos a este mundo. Dios nos eligió unos padres para que fueran el medio conductor. Dios nos puso en medio de una familia con características particulares que marcaron la forma en la que fuimos esperados, recibidos y formados. Nosotros no tuvimos forma de elegir ninguna de las personas o circunstancias mencionadas. Quitarnos esa responsabilidad nos puede liberar de muchos aspectos que nos castigan con preguntas que no tienen respuesta, Dios es el autor de todo y por fe sabemos que todo lo que Dios hace es bueno, aunque lo aparente no lo represente. 

 

Ser

La versión de lo que somos no depende completamente de cada uno de nosotros. Dependemos de un sinfín de cosas y circunstancias. Cuando he tenido la oportunidad de platicar con gente en la cárcel les comparto esta verdad. “- de lo que eres y has hecho, no eres cien por ciento responsable, mucho de lo bueno, pero desgraciadamente mucho de malo que has hecho, depende de los algoritmos mezclados en tu vida -” ¡Qué material de vida! ¡Dios te eligió unos padres imposibles! Las personas que debían amarte y procurarte, han sido las personas que más te han abandonado y lastimado. Qué podías hacer sino aprender a defenderte, aprender a procurar el mal para asegurar un bien ausente. Por lo que mucho de lo malo que has hecho, ante Dios, no eres responsable y si no eres responsable, para Dios no eres culpable. Dios te ama sin importar lo que hayas hecho, eres su hijo, su hija.” 

 

Hacer

Con frecuencia nos sentimos confundidos en la dirección y rumbo que nuestra vida va tomando. Nos cuesta identificar los por qué y para qué. Nos envuelve la velocidad de la vida en la que el hacer se convierte en nuestro eje, pero un hacer que poco reflexionamos. La satisfacción de ver terminado lo que planeamos o la adquisición de los bienes que poseemos, no garantiza una estabilidad en las emociones, no nos lleva a sentirnos plenos. El reconocernos imperfectos es el punto de partida para trabajar en lo que podemos mejorar. Considerar el trato que le damos a los demás, puede ayudarnos a pensar en las áreas de nuestro hacer en las que debemos trabajar. Llevar a cabo un hacer con propósito puede representar un buen punto de partida que nos permita identificar hacia donde vamos. 

 

Hagan los que Él les diga…

 

 

Padre Nacho

Reflexiones

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Padre Ignacio Tapia

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